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La oportunidad viajaba siempre en el tren conducido por el tiempo. Las personas que pululaban por las diferentes estaciones esperaban ansiosas subirse a dicho tren y encontrar a la oportunidad entre los vagones.
Unos subian por días, otros subían por años y otros jamás se atrevían a subir por miedo a caer en el intento.
Un día cómo cualquier otro, la oportunidad, cansada de no bajar nunca a tierra, se arriesgó a descender por un instante del tren para experimentar qué se sentía estando estática. Ella pensó que sería capaz de subir al tren cómo lo hacían el resto de viajeros.
Al bajar y respirar pudo observar el trajín de personas yendo, viniendo, subiendo y bajando. Abstraída por todo lo nuevo que observaba se dió cuenta que el tiempo había partido sin ella, el tren no estaba y ella se quedó en tierra sin saber cuando regresaría aquel con el que había viajado toda su vida.
Ella sabía que el tiempo no pasa dos veces por la misma estación. Desde entonces las personas buscan a la oportunidad por las diferentes paradas para no dejarla escapar y aquellos que la descartan se arriesgan a no volver a encontrarla jamás.
Desde entonces cuando alguno de nosotros no emprendemos, no nos atrevemos, no arriesgamos, no amamos o no vivimos experiencias nuevas, decimos que hemos perdido la coyuntura por no subir al tren y porque el tiempo jamás se detiene.
El tren de la vida jamás para y el tiempo nunca retrocede, de esta manera si alguna vez encuentras en tu recorrido una oportunidad no la dejes escapar.
Y es que cómo en el cuento hay que aprovechar el momento que se te presenta ya que no sabes cuando volverás a tenerlo de nuevo.
Respesta para que te respeten, no juzgues, no critiques y no olvides que nadie está en los zapatos de nadie.
Elena. M§
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