Cuando llevamos toda una vida soñando una meta y finalmente la cumplimos habiendo desechado oportunidades pragmáticas corremos el riesgo de llegar y no sentir la emoción que habíamos soñado.
Son muchas las veces en las que nos enfocamos en la meta desechando vivencias por el camino que podrían haber cambiado positivamente nuestras vidas y que hubieran marcado nuestro destino para siempre.
No digo con ésto que haya que olvidar nuestros anhelos más deseados pero sí estimo que hay que barajar todas las posibilidades que se nos presentan sin olvidar nuestra meta.
Estamos muchas veces tan obsesionados con llegar que perdemos la visión de la senda por la que andamos sin darnos cuenta que la meta no se mueve.
Pero lo más deprimente es llegar y no recibir lo esperado, llegar y darte cuenta que no era lo que nos habíamos imaginado, entonces nuestro mundo se paraliza momentaneamente porque pensamos en lo que hemos dejado atrás.
La vida es un continuo ir y venir de gente, de oportunidades, de sentimientos, de decepciones y hay que ir tomando lo que nos conviene y apatece en ese instante porque puede que no haya otra oportunidad.
Sueños y metas sí pero sin desperdiciar el presente. Con organización y perseverancia se puede hacer todo en la vida.
Un animal con hambre persigue a su presa sin descanso para alimentarse y aunque parece cruel es la ley de supervivencia, nosotros necesitamos sueños para sobrevivir, sin ellos estamos muertos en vida. Pero alcanzar esos sueños no debe ser un hándicap para abandonar todo lo demás.
Márcate una meta, ve a por ella y si en medio del camino se te presenta una oportunidad tómala porque mientras la disfrutas puedes ir andando hacia ese sueño.
Inténtalo y fracasa, pero no fracases en intentarlo
(Stephen Kaggwa)
E. M§
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