
Todos caminamos por la vida con una mochila a la espalda repleta de sueños frustados, de remordimientos, de cosas sin hacer, de sentimientos sin aflorar y quien no es capaz de vaciar lastre pasa por la vida sin apenas disfrutar porque su carga es muy pesada.
Algunos son tan simples que ni sueñan, ni ejecutan, ni inician y se quedan impávidos a verlas venir porque así son sus naturalezas. Quizás van más ligeros pero a ciencia cierta viven en un perfil plano sin atisbo de ilusión. Pasan por la vida sin correr riesgos y por consiguiente tampoco disfrutan de la alegría de cumplir sueños.
Otros viajan sin nada de lastre, llevan la mochila vacía porque vacíos están sus corazones. Ellos se nutren de los sueños de los demás, de las vidas de los demás, de los miedos ajenos, viven por y para fustrar deseos robados y van tan libres por el mundo porque carecen de sentimientos, de empatía, de humanidad. Todos ellos se encargan de poner piedras en el camino ajeno para que éstos caigan de bruces y así ellos sentirse satisfechos.
Por último están todos los demás, los que viajan con una mochila llena de sueños, de ganas y de fuerza para empezar cada vez que hay una piedra y tropiezan. Eliminan lastre para seguir viviendo a pesar de los contratiempos y las malas intenciones ajenas y ésto les hace caminar libres. Estos últimos son conscientes de sus fallos y los corrigen, son conscientes de que no son el ombligo del mundo y siguen caminando por una senda de algodones pero a la vez suben cuestan imposibles porque no llevan maldad encima.
¡Cuán poderosa es la naturaleza humana y cuán inhumana es la humanidad a veces!
E. M§
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