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Érase una vez un reino muy malévolo que tenía a sus súbditos totalmente desamparados, trabajando de sol a sol y pasando hambre. Los mandatarios comían viandas copiosas gastando riquezas sin límite. Vivían felices sin pensar en los habitantes de su reino.
Un buen día que se les acabó el dinero para dar a los súbditos escondieron sus riquezas en cofres camuflados y así decir que no había más monedas para pagar. Echaron a todos los habitantes del reino sin ninguna consideración. Pero lo peor no fue la maldad de los que mandaban en el reino, lo peor es que había súbditos traidores y bufones de los reyes que a cambio de pactos escondidos aplaudían a los mandatarios echando a sus propios congéneres al foso.

Pero lo que ignoraban todos ellos es que cuando los habitantes de ese pais ya no tenían nada que perder estaban dispuestos a luchar con todas sus fuerzas.
Iban a luchar por sus derechos a pesar de las trampas realizadas por los mandatarios e iban a agotar todas sus fuerzas para que el mundo supiera la historia de todos los habitantes esquiroles y malvados.
Y salga cómo salga la lucha, el poder ir por la vida con la cabeza alta y vivir sin remordimiento es el mayor regalo en la existencia de un ser humano.
Todas estas malas personas pasaban las noches ahogando sus penas en barriles de cerveza porque de otra manera su culpa no los dejaba vivir.
Así que colorín colorado, este cuento no ha acabado.
